AMBIENTES PREPARADOS EN EL HOGAR EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO

Mauricio y Rebeca Wild nos dieron las claves de cómo construir un espacio educativo que cubriera las necesidades profundas y auténticas de la infancia y nos enseñaron el valor de los ambientes preparados. Un niño que vino a Alavida después de pasar por otro colegio describía  Alavida como “un colegio de niños felices”; y esto es así gracias a lo que aprendimos de los Wild.  Queremos que este artículo sea un homenaje a ellos y a su enorme contribución a favor de la infancia.

Qué es un Ambiente Preparado

Cuando hablamos de “ambientes preparados en el hogar”, nos referimos al entorno (físico, psíquico y social) cuidadosamente diseñado para que todos los miembros de la familia puedan  satisfacer sus necesidades básicas y de desarrollo de forma autónoma.
Las circunstancias actuales de confinamiento pueden llegar a ocasionarnos un gran desbarajuste en nuestra realidad personal, emocional, familiar y laboral. Muchos de los adultos que se encuentran a cargo de niños[1] sienten que su seguridad (física, psíquica, económica) está amenazada. El objetivo de este artículo es tomar conciencia de nuestras necesidades, limitaciones y posibilidades reales, para poder ofrecer un ambiente lo más adecuado posible para los adultos y los niños con los que convivimos.

La primera pregunta que nos tendríamos que hacer sería: ¿tenemos satisfechas nuestras necesidades básicas de techo, ropa, alimento, amor…? Solamente cuando estén cubiertas estas necesidades prioritarias podremos ocuparnos de nuestras necesidades de desarrollo y las de nuestros hijos y estaremos en disposición de poder garantizar ciertas normas básicas y límites que contribuyan a que el ambiente sea relajado y seguro para todos.

Punto de partida: ¿Cómo estoy?

La primera cuestión es: ¿cómo estoy? Su respuesta determina en gran medida el resto de aspectos. Estos días de confinamiento obligado pueden ser una buena ocasión para considerar nuestra vida y cambiar aquello que no nos deja crecer y nos tiene atascados. Es una oportunidad para dejar atrás las distracciones externas y centrarnos en lo esencial. Es un momento único para ponerse al día y reconocerse. ¿Cómo estoy? ¿Acepto con honestidad mi estado de ánimo presente, ya sea de alegría, de miedo o de rabia? Si es así, será más fácil que esté en disposición de crear a mi alrededor un ambiente seguro y relajado tanto para mí como para los que me rodean.

Aceptación

Aceptar nuestras emociones es un aspecto básico para nuestra salud emocional. Pero ¿qué ocurre si hay algo que no puedo aceptar en este momento? A veces una situación nos causa tanto dolor que nos protegemos de ella reprimiendo nuestros sentimientos. Aceptar que uno está posponiendo un dolor es mejor que negarlo; siempre podemos buscar otro momento para liberarlo. En cambio, si lo negamos saldrá cuando menos lo esperemos. Reconocer cómo nos sentimos nos da un suelo firme para entender y enfrentarnos a nuestra realidad tanto interna como externa.

Distracciones

A menudo, las distracciones son una forma de evitar el dolor. Esto se traduce en que nos dejamos absorber por las redes sociales, la televisión, las noticias, el móvil… Es una reacción habitual, pero conviene que nos demos cuenta de que con ello estamos protegiéndonos o escondiendo un dolor que en algún momento tendremos que atender.

Confianza

Aparte de la aceptación, otro ingrediente esencial para que podamos avanzar es la confianza. Si confiamos en que la vida nos da lo que necesitamos para crecer, y que cada ser tiene dentro de sí todo lo que necesita para llevar realizarse, entonces estaremos en condiciones de abrirnos al entorno y tomar de él lo que precisamos para nutrirnos y crecer. Esta confianza en nosotros mismos, en los niños y en el “otro” es lo que nos permite dejar que fluya el potencial que tenemos dentro y se despliegue.

La aceptación y la confianza son, pues, los dos pilares que nos van a permitir aprovechar el momento presente. Parafraseando a Karl Rogers, solo cuando el “yo” se acepta, se puede superar.

El deber

Otro aspecto que nos sería muy útil reconocer y desmontar, es esa figura que hemos construido con tanta firmeza en nuestro yo interno: el “deber ser” y el “tengo que”. A veces sabemos en teoría lo que queremos pero no logramos llevarlo cabo.  Ser pacientes y aceptar que no siempre podemos hacer aquello que nos gustaría, puede ayudarnos a sentir menos presión.

Acompañar al niño

La siguiente persona a la que debemos observar es al niño. ¿Cómo está? ¿Cuáles son sus necesidades? A pesar del confinamiento, a pesar de las condiciones más o menos favorables que haya en mi hogar, si nosotros estamos bien, las posibilidades de que nuestros hijos estén bien son mayores.
Los niños están pendientes de nuestro estado de ánimo. Somos su “figura de protección y seguridad”.  Cuando estamos angustiados el niño no puede sentirse seguro y activa todas sus alarmas, está atento a cualquier señal que le indique si tiene que esconderse, atacar o huir. Por eso necesita estar muy pegado al adulto, pues es del adulto de quien recibe esta información. Los niños no pueden estar tranquilos y relajados si los adultos no lo estamos. Y, en este caso, ¿qué podemos hacerlos adultos? Si aceptamos nuestra realidad, estaremos dando al niño un modelo de referencia para reconocer, aceptar y acoger las vivencias que vaya teniendo.

Tal y como cuenta el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana, la membrana de la célula es la que permite que haya vida dentro de la célula.
La función de la membrana es dejar entrar del exterior todo lo que la permite crecer, e impedir el acceso de aquello que la daña. En este sentido, y en este tiempo de tanta incertidumbre, parte de nuestro rol como padres es hacer de membrana. Esto implica por un lado, proteger a nuestros hijos de vivencias no adecuadas (de las noticias, las imágenes, las conversaciones preocupantes, las pantallas…) y por otro, ofrecerles aquello que les nutre y que pueden necesitar para su desarrollo; es decir, un ambiente adecuado a su nivel evolutivo.
Si nuestra actitud es de total confianza hacia el niño, y lo observamos con detenimiento, descubriremos cuáles son sus intereses, sus deseos y necesidades. Es por tanto el niño el que nos puede ir orientando sobre lo que más le conviene en cada momento. Aparquemos la teoría y aprendamos a observar, a escuchar, a sentir a los niños. Ellos son nuestra mejor guía.

Preparar un ambiente en donde se tengan en cuenta las necesidades del niño y en donde estas se respeten, implica organizar  un espacio en el que el niño pueda satisfacer su curiosidad y jugar cuando quiera y durante el tiempo que quiera sin que nosotros dirijamos su actividad ni la orientemos hacia aspectos que consideremos más oportunos.

La Estructura

Fijar una estructura (temporal y espacial) es la manera de que todos sepamos con qué podemos contar, cuáles son las reglas de juego.

La estructura temporal, los horarios, las regularidades permiten al niño saber cuándo va a ser atendido con plena presencia y en qué momentos puede organizar su propio juego. Del mismo modo, nosotros como adultos precisamos saber cuándo vamos a tener tiempo para atender nuestro trabajo, para cubrir las necesidades de nuestros hijos y cuándo voy a tener tiempo para las mías. Al comienzo si no estamos acostumbrados a una estructura, nos puede costar tanto a los menores como a los adultos, pero si la mantenemos con regularidad, claridad y firmeza, acaba dándonos seguridad.

La estructura temporal va acompañada por una estructura espacial: los diversos rincones. Una organización del espacio que tiene en cuenta las necesidades e intereses de todos los que lo habitan. Cuando a la estructura temporal se le añade una estructura espacial adecuada y rica en posibilidades, todos, adultos y niños podemos sentirnos seguros y atendidos, y convivir de una manera fluida y relajada.

Crear Rincones

Los rincones que ofrecemos a nuestros hijos deben ser seguros y ordenados, invitar a la acción y a la investigación y permitir que los menores puedan usarlos sin la  ayuda de los adultos. Los materiales que pongamos deben ser atractivos para los niños, sencillos y bellos; ricos en elementos no estructurados (es decir, que no persigan objetivos concretos), y deben tener en cuenta la etapa evolutiva y los intereses del niño.

Antes de ofrecer un rincón debemos prever cómo va a funcionar, ¿qué se necesita para que la actividad se desarrolle de forma relajada?, ¿qué debería incluir para que tenga un inicio, un desarrollo y un final de manera autónoma? También será fundamental prever unas normas claras: qué usos son aceptables en el rincón y cuáles no, cómo debe ser recogido el espacio…
La falta de normas claras da lugar a conflictos y hace a los menores dependientes de los adultos. Si tenemos esto en cuenta, tendremos más posibilidades de cumplir con nuestro objetivo: facilitar el juego, la actividad espontánea y autónoma de los niños. En definitiva, queremos crear un espacio en el que el niño pueda ser él mismo, expresarse, desarrollar nuevas destrezas de forma autónoma y fortalecer su autoestima. Además, si hemos preparado bien el rincón, el niño podrá iniciar y terminar su tarea cuando desee y centrarse en su trabajo sin ser interrumpido o dirigido por el adulto.
Por último, nos gustaría mencionar que lo ideal en un ambiente ya preparado, es incorporar una o dos propuestas o materiales a la vez. Es importante observar cómo funcionan los rincones para poder valorar posibles mejoras o cambios. Además, es un momento precioso para observar y conocer al niño. ¿Qué sucede en ese espacio? ¿Cómo se relaciona el niño con el objeto? ¿Cuáles son sus preferencias? ¿Qué cosas no le atraen? Y solo cuando el niño ha disfrutado de todas las posibilidades que el material ofrece y ha dejado de mostrar interés, se añaden nuevas propuestas. No es adecuado darle  muchos materiales nuevos a la vez, pues esto puede fomentar el consumismo y hace que el niño no profundice o explore todas las posibilidades que estos materiales ofrecen.
Una vez abordadas estas cuestiones, pasaremos a describir en detalle los rincones y materiales que podríamos tener en nuestro hogar, y tal vez a muchas personas esto sea esto lo que más les interese, pero dadas las circustancias que estamos vivendo estos días, no queríamos pasar por alto aspectos, que consideramos, esenciales para poder acompañar a los niños y tener una convivencia enriquecedora. Próximamente desarrollaremos esta segunda parte.
[1] Cuando hablo de niños me estoy refiriendo a niños y a niñas. Cuando hablo de adultos me refiero a personas adultas, mujeres y hombres.

AMBIENTES PREPARADOS EN EL HOGAR EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO

Mauricio y Rebeca Wild nos dieron las claves de cómo construir un espacio educativo que cubriera las necesidades profundas y auténticas de la infancia y nos enseñaron el valor de los ambientes preparados. Un niño que vino a Alavida después de pasar por otro colegio describía  Alavida como “un colegio de niños felices”; y esto es así gracias a lo que aprendimos de los Wild.  Queremos que este artículo sea un homenaje a ellos y a su enorme contribución a favor de la infancia.

Qué es un Ambiente Preparado

Cuando hablamos de “ambientes preparados en el hogar”, nos referimos al entorno (físico, psíquico y social) cuidadosamente diseñado para que todos los miembros de la familia puedan  satisfacer sus necesidades básicas y de desarrollo de forma autónoma.
Las circunstancias actuales de confinamiento pueden llegar a ocasionarnos un gran desbarajuste en nuestra realidad personal, emocional, familiar y laboral. Muchos de los adultos que se encuentran a cargo de niños[1] sienten que su seguridad (física, psíquica, económica) está amenazada. El objetivo de este artículo es tomar conciencia de nuestras necesidades, limitaciones y posibilidades reales, para poder ofrecer un ambiente lo más adecuado posible para los adultos y los niños con los que convivimos.

La primera pregunta que nos tendríamos que hacer sería: ¿tenemos satisfechas nuestras necesidades básicas de techo, ropa, alimento, amor…? Solamente cuando estén cubiertas estas necesidades prioritarias podremos ocuparnos de nuestras necesidades de desarrollo y las de nuestros hijos y estaremos en disposición de poder garantizar ciertas normas básicas y límites que contribuyan a que el ambiente sea relajado y seguro para todos.

Punto de partida: ¿Cómo estoy?

La primera cuestión es: ¿cómo estoy? Su respuesta determina en gran medida el resto de aspectos. Estos días de confinamiento obligado pueden ser una buena ocasión para considerar nuestra vida y cambiar aquello que no nos deja crecer y nos tiene atascados. Es una oportunidad para dejar atrás las distracciones externas y centrarnos en lo esencial. Es un momento único para ponerse al día y reconocerse. ¿Cómo estoy? ¿Acepto con honestidad mi estado de ánimo presente, ya sea de alegría, de miedo o de rabia? Si es así, será más fácil que esté en disposición de crear a mi alrededor un ambiente seguro y relajado tanto para mí como para los que me rodean.

Aceptación

Aceptar nuestras emociones es un aspecto básico para nuestra salud emocional. Pero ¿qué ocurre si hay algo que no puedo aceptar en este momento? A veces una situación nos causa tanto dolor que nos protegemos de ella reprimiendo nuestros sentimientos. Aceptar que uno está posponiendo un dolor es mejor que negarlo; siempre podemos buscar otro momento para liberarlo. En cambio, si lo negamos saldrá cuando menos lo esperemos. Reconocer cómo nos sentimos nos da un suelo firme para entender y enfrentarnos a nuestra realidad tanto interna como externa.

Distracciones

A menudo, las distracciones son una forma de evitar el dolor. Esto se traduce en que nos dejamos absorber por las redes sociales, la televisión, las noticias, el móvil… Es una reacción habitual, pero conviene que nos demos cuenta de que con ello estamos protegiéndonos o escondiendo un dolor que en algún momento tendremos que atender.

Confianza

Aparte de la aceptación, otro ingrediente esencial para que podamos avanzar es la confianza. Si confiamos en que la vida nos da lo que necesitamos para crecer, y que cada ser tiene dentro de sí todo lo que necesita para llevar realizarse, entonces estaremos en condiciones de abrirnos al entorno y tomar de él lo que precisamos para nutrirnos y crecer. Esta confianza en nosotros mismos, en los niños y en el “otro” es lo que nos permite dejar que fluya el potencial que tenemos dentro y se despliegue.

La aceptación y la confianza son, pues, los dos pilares que nos van a permitir aprovechar el momento presente. Parafraseando a Karl Rogers, solo cuando el “yo” se acepta, se puede superar.

El deber

Otro aspecto que nos sería muy útil reconocer y desmontar, es esa figura que hemos construido con tanta firmeza en nuestro yo interno: el “deber ser” y el “tengo que”. A veces sabemos en teoría lo que queremos pero no logramos llevarlo cabo.  Ser pacientes y aceptar que no siempre podemos hacer aquello que nos gustaría, puede ayudarnos a sentir menos presión.

Acompañar al niño

La siguiente persona a la que debemos observar es al niño. ¿Cómo está? ¿Cuáles son sus necesidades? A pesar del confinamiento, a pesar de las condiciones más o menos favorables que haya en mi hogar, si nosotros estamos bien, las posibilidades de que nuestros hijos estén bien son mayores.
Los niños están pendientes de nuestro estado de ánimo. Somos su “figura de protección y seguridad”.  Cuando estamos angustiados el niño no puede sentirse seguro y activa todas sus alarmas, está atento a cualquier señal que le indique si tiene que esconderse, atacar o huir. Por eso necesita estar muy pegado al adulto, pues es del adulto de quien recibe esta información. Los niños no pueden estar tranquilos y relajados si los adultos no lo estamos. Y, en este caso, ¿qué podemos hacerlos adultos? Si aceptamos nuestra realidad, estaremos dando al niño un modelo de referencia para reconocer, aceptar y acoger las vivencias que vaya teniendo.

Tal y como cuenta el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana, la membrana de la célula es la que permite que haya vida dentro de la célula.
La función de la membrana es dejar entrar del exterior todo lo que la permite crecer, e impedir el acceso de aquello que la daña. En este sentido, y en este tiempo de tanta incertidumbre, parte de nuestro rol como padres es hacer de membrana. Esto implica por un lado, proteger a nuestros hijos de vivencias no adecuadas (de las noticias, las imágenes, las conversaciones preocupantes, las pantallas…) y por otro, ofrecerles aquello que les nutre y que pueden necesitar para su desarrollo; es decir, un ambiente adecuado a su nivel evolutivo.
Si nuestra actitud es de total confianza hacia el niño, y lo observamos con detenimiento, descubriremos cuáles son sus intereses, sus deseos y necesidades. Es por tanto el niño el que nos puede ir orientando sobre lo que más le conviene en cada momento. Aparquemos la teoría y aprendamos a observar, a escuchar, a sentir a los niños. Ellos son nuestra mejor guía.

Preparar un ambiente en donde se tengan en cuenta las necesidades del niño y en donde estas se respeten, implica organizar  un espacio en el que el niño pueda satisfacer su curiosidad y jugar cuando quiera y durante el tiempo que quiera sin que nosotros dirijamos su actividad ni la orientemos hacia aspectos que consideremos más oportunos.

La estructura

Fijar una estructura (temporal y espacial) es la manera de que todos sepamos con qué podemos contar, cuáles son las reglas de juego.

La estructura temporal, los horarios, las regularidades permiten al niño saber cuándo va a ser atendido con plena presencia y en qué momentos puede organizar su propio juego. Del mismo modo, nosotros como adultos precisamos saber cuándo vamos a tener tiempo para atender nuestro trabajo, para cubrir las necesidades de nuestros hijos y cuándo voy a tener tiempo para las mías. Al comienzo si no estamos acostumbrados a una estructura, nos puede costar tanto a los menores como a los adultos, pero si la mantenemos con regularidad, claridad y firmeza, acaba dándonos seguridad.

La estructura temporal va acompañada por una estructura espacial: los diversos rincones. Una organización del espacio que tiene en cuenta las necesidades e intereses de todos los que lo habitan. Cuando a la estructura temporal se le añade una estructura espacial adecuada y rica en posibilidades, todos, adultos y niños podemos sentirnos seguros y atendidos, y convivir de una manera fluida y relajada.

Crear Rincones

Los rincones que ofrecemos a nuestros hijos deben ser seguros y ordenados, invitar a la acción y a la investigación y permitir que los menores puedan usarlos sin la  ayuda de los adultos. Los materiales que pongamos deben ser atractivos para los niños, sencillos y bellos; ricos en elementos no estructurados (es decir, que no persigan objetivos concretos), y deben tener en cuenta la etapa evolutiva y los intereses del niño.

Antes de ofrecer un rincón debemos prever cómo va a funcionar, ¿qué se necesita para que la actividad se desarrolle de forma relajada?, ¿qué debería incluir para que tenga un inicio, un desarrollo y un final de manera autónoma? También será fundamental prever unas normas claras: qué usos son aceptables en el rincón y cuáles no, cómo debe ser recogido el espacio…
La falta de normas claras da lugar a conflictos y hace a los menores dependientes de los adultos. Si tenemos esto en cuenta, tendremos más posibilidades de cumplir con nuestro objetivo: facilitar el juego, la actividad espontánea y autónoma de los niños. En definitiva, queremos crear un espacio en el que el niño pueda ser él mismo, expresarse, desarrollar nuevas destrezas de forma autónoma y fortalecer su autoestima. Además, si hemos preparado bien el rincón, el niño podrá iniciar y terminar su tarea cuando desee y centrarse en su trabajo sin ser interrumpido o dirigido por el adulto.
Por último, nos gustaría mencionar que lo ideal en un ambiente ya preparado, es incorporar una o dos propuestas o materiales a la vez. Es importante observar cómo funcionan los rincones para poder valorar posibles mejoras o cambios. Además, es un momento precioso para observar y conocer al niño. ¿Qué sucede en ese espacio? ¿Cómo se relaciona el niño con el objeto? ¿Cuáles son sus preferencias? ¿Qué cosas no le atraen? Y solo cuando el niño ha disfrutado de todas las posibilidades que el material ofrece y ha dejado de mostrar interés, se añaden nuevas propuestas. No es adecuado darle  muchos materiales nuevos a la vez, pues esto puede fomentar el consumismo y hace que el niño no profundice o explore todas las posibilidades que estos materiales ofrecen.
Una vez abordadas estas cuestiones, pasaremos a describir en detalle los rincones y materiales que podríamos tener en nuestro hogar, y tal vez a muchas personas esto sea esto lo que más les interese, pero dadas las circustancias que estamos vivendo estos días, no queríamos pasar por alto aspectos, que consideramos, esenciales para poder acompañar a los niños y tener una convivencia enriquecedora. Próximamente desarrollaremos esta segunda parte.
[1] Cuando hablo de niños me estoy refiriendo a niños y a niñas. Cuando hablo de adultos me refiero a personas adultas, mujeres y hombres.

MATRÍCULA 2020-2021

Ya está abierto el plazo de matriculación para el nuevo Curso Escolar  con un número de plazas limitadas.

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