
El vínculo: herramienta de supervivencia y desarrollo neurológico
La bipedestación. Estrechamiento del canal del parto y crecimiento craneal.
Con el desarrollo de la bipedestación en los homínidos, el canal pélvico se estrecha para facilitar la marcha; las manos, liberadas de su función locomotriz, empiezan a poder usar objetos, lo cual probablemente contribuyera al rápido crecimiento de nuestro cráneo, que alberga un cerebro cada vez más grande y desarrollado.
Solución evolutiva: menor tiempo de gestación y crías más pequeñas
Así, tenemos un choque de fuerzas evolutivas que suponen un dilema obstétrico en los humanos: un cráneo cada vez más grande y un canal del parto cada vez más estrecho ¿Solución? Disminuir el tiempo de gestación para que el cerebro sea más pequeño y las crías nazcan más pequeñas. Pero esto supone también que las crías nazcan también más inmaduras: mientras que el cerebro de un primate nace desarrollado al 50% aproximadamente, el de un humano lo está al 25%, aumentando significativamente el nivel de altricialidad.
Crías más pequeñas pero también más dependientes
Las crías altriciales son aquellas que nacen inmaduras e indefensas y que son, por ello mismo, altamente dependientes de sus cuidadores para sobrevivir. Es el caso de la especie humana: un bebé no podría sobrevivir sin cuidados físicos o emocionales.
El nacimiento del vínculo madre-hijo
El pico de oxitocina -la llamada hormona del amor– que se produce después de un parto natural hace que, literalmente, una madre se enamore de su bebé. Un maravilloso mecanismo de supervivencia de la especie que nos mueve a cuidar de nuestras crías. A partir de ahí y si la madre está emocionalmente disponible, el mecanismo amoroso, cual perfecto engranaje, continúa; el bebé, sintiendo ese amor, responde a él: es la creación del vínculo madre-hijo.
El vínculo como herramienta de supervivencia y neurodesarrollo saludable
El vínculo madre-hijo es un elemento clave, no solamente para la supervivencia misma del bebé, sino también para un neurodesarrollo saludable que, como veremos, garantizará una salud física y mental en la etapa adulta.
Cómo hacer para que el bebé se sienta querido
Hemos hablado del pico de oxitocina y del amor de madre. Pero el amor en sí no basta; el bebé tiene que sentir que le queremos. Y eso, en palabras de Dan Siegel, es “sentirse sentido” (El cerebro del niño, 2013): un niño se siente querido cuando el cuidador da respuesta a sus necesidades físicas y emocionales de manera regular y congruente, es decir, cuando el cuidador está en sintonía con el bebé (Gabor Maté, Mentes dispersas, 2023).
¿Qué es la sintonía madre-hijo?
El bebé, incapaz aún de hablar, tiene que ser leído por su madre, que ha de responder de manera satisfactoria a sus demandas: dándole de comer si tiene hambre o acostándole si tiene sueño, por ejemplo.
Las figuras de apego moldean el cerebro del niño
A partir de ahí, el cerebro del niño irá moldeándose a raíz de las interacciones que mantendrá con sus figuras de apego; los cerebros ya formados de los adultos cuidadores proporcionarán una guía para el desarrollo de los cerebros en construcción, que necesitarán más de dos décadas aún para alcanzar la madurez (Rafael Benito Moraga, Cerebros moldeando otros cerebros, 2024).
La falta de sintonía. Estrés y depresión materna.
El bebé inicia o corta una interacción según sus propios ritmos, mientras que la madre regula su propio comportamiento para acompasarse con el de su hijo, entablándose así un diálogo entre ambos. El problema surge cuando la madre no responde como reflejo a los estados emocionales del bebé, que es algo que suele ocurrir cuando la madre no está emocionalmente disponible, como podría ser el caso de una madre deprimida o estresada.
El modo de vida occidental, disruptor de la sintonización
El mismo modo de vida occidental puede ser el causante, también, de que no se dé la tan preciada sintonía: difícilmente podría darse en un contexto en el que un bebé (junto con otros muchos) es cuidado por personas con las que no tiene ningún tipo de vínculo afectivo y que tampoco tienen mucho tiempo para dedicarle.
Problemas derivados de la falta de sintonía. TDA.
Hay experimentos muy clarificadores en cuanto a las consecuencias directas de la falta de sintonía: el de la “cara plana” en el que la madre no reacciona a las interacciones de su bebé o aquel otro de las “dos televisiones” en el que se le proyectaba al bebé, por sorpresa e independientemente de su estado emocional, un vídeo de su madre estimulándole, sonriente y en estado feliz. En ambos casos, los bebés se sintieron profundamente angustiados al no sentirse reflejados en las interacciones.
Si esto se convierte en una constante, hará que finalmente el niño crezca con la sensación de no sentirse comprendido y de estar solo con sus emociones. Gabor Maté relaciona directamente la falta de sintonía madre-hijo con el TDA (Mentes inquietas, 2023).
Conclusión
El vínculo madre-hijo es una potentísima herramienta para la supervivencia y el neurodesarrollo del niño. Este depende, principalmente, de la capacidad de la madre (o figura de apego principal) para saber leer al niño y conocer, en todo momento, sus necesidades tanto físicas o emocionales para poder satisfacerlas y acompañarlas. Esto le dará al niño una confianza y seguridad sobre la que poder ir construyéndose.

El vínculo: herramienta de supervivencia y desarrollo neurológico
La bipedestación. Estrechamiento del canal del parto y crecimiento craneal.
Con el desarrollo de la bipedestación en los homínidos, el canal pélvico se estrecha para facilitar la marcha; las manos, liberadas de su función locomotriz, empiezan a poder usar objetos, lo cual probablemente contribuyera al rápido crecimiento de nuestro cráneo, que alberga un cerebro cada vez más grande y desarrollado.
Solución evolutiva: menor tiempo de gestación y crías más pequeñas
Así, tenemos un choque de fuerzas evolutivas que suponen un dilema obstétrico en los humanos: un cráneo cada vez más grande y un canal del parto cada vez más estrecho ¿Solución? Disminuir el tiempo de gestación para que el cerebro sea más pequeño y las crías nazcan más pequeñas. Pero esto supone también que las crías nazcan también más inmaduras: mientras que el cerebro de un primate nace desarrollado al 50% aproximadamente, el de un humano lo está al 25%, aumentando significativamente el nivel de altricialidad.
Crías más pequeñas pero también más dependientes
Las crías altriciales son aquellas que nacen inmaduras e indefensas y que son, por ello mismo, altamente dependientes de sus cuidadores para sobrevivir. Es el caso de la especie humana: un bebé no podría sobrevivir sin cuidados físicos o emocionales.
El nacimiento del vínculo madre-hijo
El pico de oxitocina -la llamada hormona del amor– que se produce después de un parto natural hace que, literalmente, una madre se enamore de su bebé. Un maravilloso mecanismo de supervivencia de la especie que nos mueve a cuidar de nuestras crías. A partir de ahí y si la madre está emocionalmente disponible, el mecanismo amoroso, cual perfecto engranaje, continúa; el bebé, sintiendo ese amor, responde a él: es la creación del vínculo madre-hijo.
El vínculo como herramienta de supervivencia y neurodesarrollo saludable
El vínculo madre-hijo es un elemento clave, no solamente para la supervivencia misma del bebé, sino también para un neurodesarrollo saludable que, como veremos, garantizará una salud física y mental en la etapa adulta.
Cómo hacer para que el bebé se sienta querido
Hemos hablado del pico de oxitocina y del amor de madre. Pero el amor en sí no basta; el bebé tiene que sentir que le queremos. Y eso, en palabras de Dan Siegel, es “sentirse sentido” (El cerebro del niño, 2013): un niño se siente querido cuando el cuidador da respuesta a sus necesidades físicas y emocionales de manera regular y congruente, es decir, cuando el cuidador está en sintonía con el bebé (Gabor Maté, Mentes dispersas, 2023).
¿Qué es la sintonía madre-hijo?
El bebé, incapaz aún de hablar, tiene que ser leído por su madre, que ha de responder de manera satisfactoria a sus demandas: dándole de comer si tiene hambre o acostándole si tiene sueño, por ejemplo.
Las figuras de apego moldean el cerebro del niño
A partir de ahí, el cerebro del niño irá moldeándose a raíz de las interacciones que mantendrá con sus figuras de apego; los cerebros ya formados de los adultos cuidadores proporcionarán una guía para el desarrollo de los cerebros en construcción, que necesitarán más de dos décadas aún para alcanzar la madurez (Rafael Benito Moraga, Cerebros moldeando otros cerebros, 2024).
La falta de sintonía. Estrés y depresión materna.
El bebé inicia o corta una interacción según sus propios ritmos, mientras que la madre regula su propio comportamiento para acompasarse con el de su hijo, entablándose así un diálogo entre ambos. El problema surge cuando la madre no responde como reflejo a los estados emocionales del bebé, que es algo que suele ocurrir cuando la madre no está emocionalmente disponible, como podría ser el caso de una madre deprimida o estresada.
El modo de vida occidental, disruptor de la sintonización
El mismo modo de vida occidental puede ser el causante, también, de que no se dé la tan preciada sintonía: difícilmente podría darse en un contexto en el que un bebé (junto con otros muchos) es cuidado por personas con las que no tiene ningún tipo de vínculo afectivo y que tampoco tienen mucho tiempo para dedicarle.
Problemas derivados de la falta de sintonía. TDA.
Hay experimentos muy clarificadores en cuanto a las consecuencias directas de la falta de sintonía: el de la “cara plana” en el que la madre no reacciona a las interacciones de su bebé o aquel otro de las “dos televisiones” en el que se le proyectaba al bebé, por sorpresa e independientemente de su estado emocional, un vídeo de su madre estimulándole, sonriente y en estado feliz. En ambos casos, los bebés se sintieron profundamente angustiados al no sentirse reflejados en las interacciones.
Si esto se convierte en una constante, hará que finalmente el niño crezca con la sensación de no sentirse comprendido y de estar solo con sus emociones. Gabor Maté relaciona directamente la falta de sintonía madre-hijo con el TDA (Mentes inquietas, 2023).
Conclusión
El vínculo madre-hijo es una potentísima herramienta para la supervivencia y el neurodesarrollo del niño. Este depende, principalmente, de la capacidad de la madre (o figura de apego principal) para saber leer al niño y conocer, en todo momento, sus necesidades tanto físicas o emocionales para poder satisfacerlas y acompañarlas. Esto le dará al niño una confianza y seguridad sobre la que poder ir construyéndose.